Firefox 3.5 y la comunidad
El pasado martes 30 de junio se lanzó oficialmente la versión 3.5 de Firefox, el navegador web de Mozilla. Es el segundo lanzamiento que vivo tan involucrado en la organización y fue un día emocionante que viví con mucho orgullo. Mucho se escribió sobre las nuevas características de esta versión, así que no me explayaré en eso, más allá de decir que es una versión cuyo principal objetivo es provocar nuevas tecnologías y desarrollos en la web. Y para esto nada mejor que la serie de escritos 35 hacks que estamos traduciendo lentamente al castellano junto a las otras comunidades hispanas (al final del enlace).
Lo bueno es que este año el lanzamiento de Firefox coincidió con el viaje a Porto Alegre para participar en el FISL (Foro Internacional de Software Libre) junto a la comunidad Mozilla de Brasil (ya mis amigos, sin ningún orden especial: Bruno, Clauber, Felipes -hay varios-, Andrea, Bruna, Mario, Vinicious, Hermano y Fernando), Felipe y Augusto de Mozilla Argentina y Alix, Mark, Chris y Nick de Mozilla.
Casi todos los que estuvimos en el Stand de Mozilla (podés ver más fotos si hacés clic en la imagen)
Fueron cinco días con muchas anécdotas, camisetas regaladas, restaurantes, charlas sobre como mejorar las comunidades, vino, cerveza, etc. En suma, una celebración del intenso trabajo que llevamos adelante, convencidos de que lo que hacemos beneficia a la web, peleando porque haya oportunidades para todos.
Y lo más lindo es que mientras creamos software (desde la programación hasta difundirlo y discutirlo), estamos creando el mundo en el queremos vivir. Un mundo con libertad y oportunidades. Un mundo abierto a cualquiera. Y es por eso que me acordé de este párrafo que escribió Julio Cortázar en el prólogo a «El libro de Manuel»:
Más que nunca creo que la lucha en pro del socialismo latinoamericano debe enfrentar el horror cotidiano con la única actitud que un día le dará la victoria: cuidando preciosamente, celosamente, la capacidad de vivir tal como la queremos para ese futuro, con todo lo que supone de amor, de juego y de alegría. La difundida imagen de la muchacha norteamericana que ofrece una rosa a los soldados con las bayonetas caladas sigue siendo una demostración de lo que va del enemigo a nosotros; pero que nadie entienda o finja entender aquí que esa rosa es un platónico signo de no violencia, de ingenua esperanza; hay rosas blindadas, como las vio el poeta, hay rosas de cobre, como las inventó Roberto Arlt. Lo que cuenta, lo que yo he tratado de contar, es el signo afirmativo frente a la escalada del desprecio y del espanto, y esa afirmación tiene que ser lo más solar, lo más vital del hombre: su sed erótica y lúdica, su liberación de los tabúes, su reclamo de una dignidad compartida en una tierra ya libre de este horizonte diario de colmillos y de dólares.